martes, 10 de agosto de 2010


Hoy que el tiempo ha pasado
y mi pena en dejarme se resiste,
pienso en tú con ternura padre amado
y siento que el dolor que me has causado
al irte para siempre aún persiste,
te dedica un pensamiento triste,
mi corazón que nunca te ha olvidado.
Todos habemos de morir un día
me dicen los que a modo de consuelo
se acercan a mi lado, pero ignoran
que mis lágrimas no son por desconsuelo;
que quien quiso a su padre cual yo al mío,
siente en el alma un dulce desvarío
y no cree en la muerte, porque piensa,
que el que se fue no ha muerto, que la ausencia
será breve y un día su regreso
tendrá la tierna sensación del beso
que no me dio al partir, vendrá en la esencia
de las flores silvestres en el huerto,
en la brisa sutil de las mañanas
en que pensando en él, yo me despierto.
Vendrá en la nube que, surcando el cielo
se detendrá un instante y mis dos manos
tratarán, extendidas, de apresarlas
y no lo lograrán , mas al palparlas,
mis manos sentirán, estoy segura,
el roce inmaterial de la ternura
de quien ha de tratar de acariciarlas.
Partirá la nube, fugitiva, errante,
desplazándose hasta cielos muy lejanos
y dejará en el hueco de mis manos
la grata sensación de que mi padre,
con infinito amor las ha besado.

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